domingo, 8 de diciembre de 2013

SORPRESAS

Algo así como una síntesis
 
 
Marilina Lipsman habla en el foro de debate de un cambio de paradigma, de la sorpresa del alumno, ante una evaluación inesperada, a la sorpresa del docente, ante un rendimiento también inesperado. Yo tengo un recuerdo personal de una de estas sorpresas.
El profesor Dos Santos entró al aula y nos dio el encargo, una monografía tema “La medicina en el Cruce de los Andes”. Era uno de los profesores más buenos, pero también más estrictos. Presentó el tema como obligatorio, pero se leía en su cara que no esperaba mucho de nosotros. Era el año 1978, se cumplían 200 años del nacimiento de San Martín, y a alguien se le había ocurrido que era una buena idea hacer un concurso de monografías sobre distintos aspectos de la vida del Gran Capitán, del que participaran todos los colegios, o solo los colegios técnicos, quien sabe, del país.
El profesor Dos Santos enseñaba Química Inorgánica y Analítica y nuestro colegio era uno de los peores de la especialidad, donde iban a parar todos los que repetían, del Otto Krausse, del Don Zeno, del Hipólito Irigoyen, el del papa. Así que sus espectativas no eran tan infundadas.
De algún modo sentí que era un desafío, que no teníamos que defraudarlo. Y sin ninguna lógica que lo explique preparé un trabajo maravilloso, pasándome semanas en la biblioteca del Instituto Sanmartiniano hasta hacerme conocido del bibliotecario. Cuando algún tiempo más tarde ganamos el premio provincial al profesor se le quebraba la voz por la emoción cuando nos dio la noticia. “Como decía Sarmiento –nos dijo- las cosas hay que hacerlas, aunque sea mal, pero hay que hacerlas. Pero en mi experiencia cuando uno pone cariño en lo que hace las cosas nunca salen mal”
Por suerte también recibí muchas sorpresas como docente. Sorpresas de rendimiento y también de reconocimiento, cosas que constituyen para mí el curriculum más valioso.
En este sentido la síntesis que quiero hacer del curso parte del curso pero va mucho más allá.
  • Aprendí a usar nuevas herramientas, alguna ya la pude implementar, vamos a ver con que éxito.
  • Revaloricé una herramienta como los formularios, que en mi experiencia la tenía relegada solo para encuestas.
  • Comprobé qué buena recapitulación de un proceso de enseñanza puede hacerse con un portfolio.
Pero el ejercicio de describir mis experiencias me siguió convenciendo más profundamente que nada de eso sirve si no hay una actitud positiva, paciente y acompañadora (y sumen el adjetivo que quieran) del docente.
Ya Comenio decía que "se debe enseñar sin molestia ni tedio alguno para el que enseña y para el que aprende, antes por el contrario con el mayor atractivo y agrado para ambos".
Viejos docentes que no sabían nada del tema rúbricas transparentaban su evaluación pegándola resuelta en una pared. Estoy seguro que una rúbrica (o cualquier otro instrumento electrónico o no) en las manos de uno de esos docentes torturadores que todos conocemos será un instrumento inútil.
Marguerite Yourcenar hace hablar al emperador Adriano con una unas palabras que bien podrían haber salido de su boca:
Toda explicación lúcida me ha convencido siempre, toda cortesía me conquista, toda felicidad me da casi siempre la cordura. Y sólo escucho a medias a los bien intencionados que afirman que la felicidad relaja, que la libertad reblandece, que la humanidad corrompe a aquellos en quienes se ejerce. Puede ser; pero en el estado actual del mundo, eso equivale a no querer dar de comer a un hombre exánime por miedo de que dentro de unos años sufra de plétora. Cuando hayamos aliviado lo mejor posible las servidumbres inútiles y evitado las desgracias innecesarias, siempre tendremos, para mantener tensas las virtudes heroicas del hombre, la larga serie de males verdaderos, la muerte, la vejez, las enfermedades incurables, el amor no correspondido, la amistad rechazada o vendida, la mediocridad de una vida menos vasta que nuestros proyectos y más opaca que nuestros ensueños, todas las desdichas causadas por la naturaleza divina de las cosas.
Ionesco resume lo mismo en una sola frase: “Ningún mal es necesario”.
La evaluación no debería ser un mal necesario.
Depende de nosotros transformarla en algo útil.